Lectura: Salmos 23:1-6
Un líder de jóvenes estaba tratando de enseñarles la importancia del principio de la tranquilidad, así que les preguntó qué cosas o situaciones los llenaba de preocupación. Empezaron a enumerar una serie de factores como: sus estudios, familias, el amor, el desamor, la tristeza, la falta de aprobación, entre otros muchos.
Mientras los escuchaba se le vino a la mente un juego sencillo, debían decir su preocupación y luego de esto debían decir: “Pero el Señor es mi Pastor”, inmediatamente debían añadir: “Y Dios es tan grande que aplastará mi preocupación”. Todos los jóvenes se rieron ante lo extraño que sonaba aquella frase, pero decidieron aceptar el desafío de que cada vez que viniera a su mente una preocupación usarían esa frase.
La siguiente semana algunos de los jóvenes le contaron al líder de jóvenes sus experiencias, en especial una joven se acercó y le dijo: “Esta semana tuve un examen en una de mis clases y me sentía muy asustada a pesar de que había estudiado, ya que la prueba era muy difícil, así que, momentos antes de iniciar recordé lo que vimos en la reunión de jóvenes, y me dije: ¡Estoy preocupada porque este examen es muy difícil, pero El Señor es mi Pastor y Dios es tan grande que aplastará mi preocupación! De repente sentí que una carga se quitó de mis hombros y sonreí, entendí el poder de la tranquilidad y de confiar en Dios, así que hice la prueba y ayer recibí el resultado: ¡Aprobé!”.
“El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmos 23:1); hoy al igual que cuando se escribieron esas palabras, siguen siendo verdaderas y brindan tranquilidad y paz al corazón que necesita un respiro.
- Al igual que como el juego de estos jóvenes, recuerda que has confiado en un Dios más grande que cualquier situación, y que literalmente puede aplastar, con tan sólo Su presencia, el mayor problema que puedas imaginar, confía en Él.
- Las preocupaciones de la vida son intereses que tienes que pagar cuando no confías en Dios.
HG/MD
“El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmos 23:1).