Lectura: Salmo 103:1-14

Tengo un amigo que acaba de cumplir años, y me comentó que, al acercarse la fecha de su natalicio, toma tiempo para reflexionar un poco, mirar por el espejo retrovisor de la vida y dedicar unos momentos para hacer lo que él llama: “la bendición de recordar”.

Él también me expresó que como seres humanos nos es muy sencillo olvidar todas las bendiciones y caminos en los cuales hemos caminado con Dios, y para evitar caer en este error, le gusta recordar constantemente este Salmo: “Bendice, oh alma mía, al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2).  En lugar de repasar las decepciones, esto le permite tener un tiempo del año para agradecer y alabar a Dios.

Así que, primero tomémonos el tiempo para recordar las misericordias temporales del Señor: la buena salud, disfrutar con la pareja y los hijos, el gozo y el éxito en el trabajo, las amistades enriquecedoras y las oportunidades que hemos tenido de servir a Dios. Consideremos que todas ellas son dádivas inmerecidas, pero recibidas con total agradecimiento.

Después, repasemos las misericordias espirituales de Dios: haber sido perdonados gracias a que aceptamos al Señor como Salvador, y todas las bendiciones que esto nos ha traído.  

Para terminar, demos gracias a Dios por el ánimo, hermandad y conocimiento que hemos recibido de nuestra iglesia local, y oremos por los creyentes que conocemos y por los que están esparcidos por todo el mundo.

  1. Es bueno que incorporemos a nuestra vida diaria el hábito de recordar con gozo las bendiciones recibidas.
  2. Demos gracias a Dios.

HG/MD

“Bendice, oh alma mía, al Señor. Bendiga todo mi ser Su santo nombre” (Salmo 103:2).