Lectura: Lucas 17:1-4

No es sencillo perdonar a alguien que en verdad te ha herido.  Por ejemplo, pienso en lo que tuvo que pasar Corrie ten Boom, la autora de El Refugio, en su lucha por perdonar a las personas que estaban a cargo de los campos de concentración nazis.

Debido a que ella había elegido esconder judíos de los nazis, fue encarcelada en barracas horribles, lo que tenía que comer no se parecía ni remotamente a comida, y soportó severos trabajos. Lo peor de todo fue que algunos miembros de la familia de Corrie murieron en el campo. Si Corrie pudo perdonar a sus captores después de todo eso, seguramente podemos perdonar a los que nos han herido.

En Lucas 17:4 el Señor nos desafía a realizar algo que para la gran mayoría es supremamente difícil: “Si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti diciendo: “Me arrepiento”, perdónale”.  Esto para el mundo no es racional, pero quienes hemos puesto nuestra confianza en Jesús debemos recordar siempre que el perdón fluye de un corazón que ha sido perdonado. 

Eso sí, perdonar no es soportar maltratos físicos o psicológicos repetitivos, en estos casos debemos denunciar y si es del caso huir. Perdonar más bien es liberarse del sentimiento de venganza y culpa, dejando que Dios se encargue del resultado final (Romanos 12:19).

  1. Así como el Señor perdona nuestros pecados, perdona y pide perdón a los demás. Al perdonar experimentarás la paz y la libertad que sólo Dios puede dar al corazón adolorido.
  2. Si eres tú quien ha herido a otra persona, has lo que sea necesario para arreglar las cosas, sé valiente y reconoce que te has equivocado y estás dispuesto a cambiar.

HG/MD

“Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).