Lectura: Isaías 55:1-6
Imagina la siguiente escena. Te has sentido mal por algunos meses y por fin decides ir donde el doctor quien te realiza una serie de exámenes; después de un par de días te llama diciendo que debes presentarte urgentemente en su consultorio. Al día siguiente, luego de tu jornada laboral, te presentas en el hospital donde trabaja el doctor, quien te pregunta: ¿por qué has esperado tanto?, debías venir tan pronto como te llamé. Al decirte esto te asustas un poco, y luego de una pequeña charla te dice que tienes una enfermedad muy seria que podría llevarte a la muerte, pero que si tomas la medicina que te va a recetar, estarás bien.
Y ahora, ¿qué harás? ¿Te preguntas si habrán diagnosticado la enfermedad de forma correcta? ¿Deberías creerle al médico? ¿Prefieres que otro doctor te dé una segunda opinión? ¿Si tomas la medicina, te recuperarás? Las palabras del doctor aún resuenan en tu cabeza, el diagnóstico es mortal.
Pues lo mismo ocurre con nuestra salvación. Puede ser que hayas leído toda la Biblia, pero su mensaje no te ha tocado, pues crees que es tan solo un libro con buenas moralejas. Quizás creas que Jesús si fue un personaje histórico, pero te resulta difícil creer que es el Hijo de Dios. No estás convencido sobre lo que dicen con respecto al pecado, que es mortal si no depositas tu fe en Jesús.
Posiblemente conozcas todos los detalles históricos con respecto a Jesús, pero si te niegas a “tomarlo”, es decir, a seguirlo como tu Señor y Salvador, estarás perdido de la misma forma como si lo hubieras negado abiertamente.
Lo que salva a una persona no es su conocimiento, es admitir con fe que todo lo que Él nos dijo es verdad y que la enfermedad que todos tenemos es mortal a menos que tomemos la medicina: se llama Jesús.
- Confía a Jesús el destino de tu vida; al lado del Señor vivirás la aventura más maravillosa que puedas tener, ¿qué esperas para seguirlo?
- La fe no se trata solamente de creer que Jesús puede salvar, sino de pedirle que te salve y de inmediato empieces a seguirlo.
MD/HG
“Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” Romanos 10:13