Lectura: Juan 9:1-25

Para muchos de nosotros compartir el mensaje de salvación no es tan sencillo como para otras personas, de hecho, puede suceder que al recordar algunos momentos en los cuales hayamos compartido el mensaje, lleguen a nuestra memoria recuerdos no tan agradables de desprecios o de preguntas incómodas que no pudimos contestar.

Ante esta realidad, recuerdo lo escrito por Jim Henderson en su libro titulado: “Evangelismo sin aditivos”, el cual se refiere a este tema, y donde el escritor sugiere que en lugar de pensar en historias o métodos complicados para evangelizar, simplemente la persona tiene que ser ella misma.

Por ejemplo, en los tribunales de justicia no se permiten los testimonios de segunda mano, por ejemplo: “yo oí, y por eso quiero dar esta declaración”, lo anterior porque cualquier relato que no provenga de una fuente primaria puede resultar poco confiable. 

Pues algo similar sucede con el evangelismo relacional, mediante el cual compartimos una historia auténtica, la nuestra y lo que Cristo ha hecho por nosotros, no necesitamos palabras adornadas, ni pretender algo que no somos.  Cuando decimos solamente la verdad acerca del poder de Jesús, de nuestra necesidad de perdón, de las luchas que aún tenemos y del amor de Dios que nos embarga, nuestro testimonio es creíble y deseable para otros; sé tú mismo.

  1. No estamos en contra de los métodos o herramientas para el evangelismo, para muchos es una excelente manera de compartir su fe; pero, nunca subestimemos el poder del testimonio de una vida cambiada por Jesús, tal como lo dijo el ciego a quien el Señor sanó: “…Una cosa sé: que, habiendo sido ciego, ahora veo” (Juan 9:25).
  2. Si queremos que otros conozcan acerca del regalo de salvación de nuestro Señor, mostremos lo que Él ha hecho por nosotros.

HG/MD

“A ustedes también, aunque en otro tiempo estaban apartados y eran enemigos por tener la mente ocupada en las malas obras, ahora los ha reconciliado” (Colosenses 1:21).