Lectura: 2 Samuel 13:21-29
Hace algunos años aprendí una lección que me ha servido en muchas situaciones de la vida.
Una de las cosas que disfruto mucho, es sembrar diferentes tipos de plantas con flores y las que producen frutos, así que un buen día decidí sembrar chiles; inicié sembrándolos en macetas ubicadas en sitios soleados. Las plantas empezaron a crecer de inmediato y con mucha rapidez, y por supuesto esto me puso de muy buen humor… hasta que me di cuenta que su rápido crecimiento se debía a su necesidad de alcanzar luz solar sobre cualquier otra planta, lo cual hizo que sus tallos se engrosaran y se hicieran demasiado pesados para sostenerse por sí solos, algunos de ellos ya se habían doblado por el peso y por la búsqueda de luz solar.
Rápidamente traté de buscar una solución, así que puse estacas, acomodé y até cuidadosamente los tallos a ellas, pero, aunque traté de ser lo más gentil posible, algunas de las ramas y tallos finalmente se quebraron cuando traté de enderezarlas para que no les hicieran competencia a otras plantas. Esto me enseñó principios muy valiosos para la vida y me hizo entender que la disciplina debe empezar a aplicarse antes de que el carácter ya esté torcido o doblado permanentemente.
En nuestra lectura devocional leímos con respecto a los dos hijos del sacerdote Elí, a quienes por desgracia no había disciplinado. Esto por supuesto propició que sus hijos fueran malos, a tal extremo que en un momento ya no pudo ignorarlo y trató de disciplinarlos de una manera muy suave (1 Samuel 2:24-25); el resultado: ya era demasiado tarde. Debido a ello Dios le anunció a Elí las consecuencias de su error: «Yo le he declarado que juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad que él conoce; porque sus hijos han blasfemado contra Dios, y él no les ha reprochado” (1 Samuel 3:13).
Cuán triste es pensar que Elí tuvo tantos años para enseñarles a sus hijos el mejor camino, el de obediencia y temor al Señor, pero él no actuó a tiempo y sus malas decisiones lo alcanzaron; lo mismo puede sucedernos a nosotros, así que aprendamos de su error.
- Cuando nos enderezan por supuesto duele, pero si no se corrigen las torceduras, te aseguro que dolerán aún más en el futuro.
- El momento para educar a nuestros hijos e hijas es hoy, mañana puede ser muy tarde (Proverbios 22:6).
HG/MD
“Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11).