Lectura: 2 Timoteo 3:10-17
Amanda tiene 10 años y ama leer, mientras otras niñas juegan con sus muñecas o ven su serie favorita, ella puede pasar muchas horas entre las páginas e historias de sus amados libros, en especial de su Biblia.
Este hábito lo aprendió de sus abuelos, quienes cada vez que ella iba a visitarlos pasaban mucho tiempo ojeando y leyendo en la biblioteca que con los años habían creado en su casa, y que con el tiempo se convirtió en uno de sus lugares favoritos.
También, hace ya algunos siglos, un joven conocido como Timoteo daba sus primeros pasos que lo guiarían al sendero del aprendizaje continuo. En la segunda carta que el apóstol Pablo le dirige a este hombre, reconoció el trabajo que la abuela y la madre de Timoteo habían realizado durante su infancia al enseñarle la Palabra de Dios (2 Timoteo 1:5). Luego de esto, motiva al joven a seguir en el camino cristiano porque “…desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras…” (2 Timoteo 3:14-15).
Así que, el creyente en Cristo debe tener muy claro que el proceso de aprendizaje nunca debe dejarse de lado y debe ser siempre causa de gran gozo.
- Leer y aprender deben ser actividades naturales y rutinarias en la vida de todo creyente, pero además necesitamos que otros nos animen y enseñen; para ello debemos buscar la compañía de personas que también quieran crecer en su fe en Jesús.
- ¿Quién te ha ayudado a crecer en la fe? ¿A quién puedes ayudar a crecer en la fe? Hacer esto te permitirá amar más al Señor y fortalecerás tu relación con Él.
HG/MD
“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quiénes lo has aprendido y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:14-15).
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