Martíres de la Fe
Luiba Ganevskaya (U.R.S.S. – 1970)
«No aguanto más», se dijo Liuba Ganevskaya a sí misma. «Ya no recibiré más golpes con mansedumbre». Esta noche, si vuelve a intentarlo, le diré al guardia en su propia cara que no es más que un criminal».
Liuba fue arrestada por los comunistas rusos a causa de su fe, y se encontraba en una celda aislada, golpeada y hambrienta. A pesar de todo esto, no había negado a Jesucristo, no había revelado los nombres de los demás creyentes. Igual que muchos otros , había sufrido pacientemente.
Se prometió a si misma que esa noche sería diferente.
Pero esa noche, cuando el guardia la insultó maldiciéndola, y estaba a punto de comenzar a golpearla, de algún modo lo vio diferente.
Se percató por primera vez de que él estaba tan cansado de golpearla como ella lo estaba de serlo. Ella estaba acabada por la falta de descanso, y el también. El estaba tan desesperado por no obtener información de ella, como lo estaba ella de sufrir por no traicionar a sus amigos.
Una voz le dijo: «El es muy parecido a ti. Ambos están atrapados en el mismo drama de la vida. Stalin, el principal dictador comunista, mató a miles de los hijos de Dios, pero también mató a 10.000 oficiales de su prppia policia secreta. Tres dirigentes de la policia, Yagoda, Yezhov y Beria, fueron asesinados sucesivamente por sus camaradas, de igual manera que los cristianos a quienes habían perseguido.
«Tu y los que te torturan han pasado por el mismo valle de lágrimas. Luiba levantó la vista al guardia que había levantado su látigo para azotarla. Y le sonrió.
Asombrado, él le preguntó : ¿Por qué sonríes?
Ella respondió: No te veo de la misma manera en que te verías en un espejo ahora mismo. Te veo como ciertamente fuiste en algún momento de tu vida, como un hermoso e inocente niño. Somos de la misma edad. Pudimos haber sido compañeros de juego.
Te veo también como espero que llegues a ser. Había una vez un perseguidor peor que tú llamado Saulo de Tarso. Se convirtió en apóstol y santo.
El verdugo dejó caer el látigo.
¿Qué carga pesa tanto sobre ti que te mueve a la locura de azotar a una persona que ningún daño te ha hecho?
Él no pudo responder. El verdugo se marchó aquel día como un hombre cambiado.
«La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego» – Proverbios 15:1
Tomado de: pags. Locos por Jesús, 148-149