Lectura: 1 Juan 2:24-3:3

Por muchos años Lucía había luchado con un dolor en su espalda, había asistido a múltiples doctores quienes le recomendaron una innumerable cantidad de tratamientos que incluían máquinas, pastillas y toda una serie de recetas que buscaban frenar su dolor, pero ninguno de ellos lo eliminaba.

En medio de su desesperación, un amigo le recomendó un kinesiólogo profesional, quien le dijo que suspendiera el uso de todas aquellas máquinas y consumo de pastillas, y que lo sustituyera por unas simples recomendaciones que incluían las siguientes: al despertar ore y agradézcale a Dios por un día más que le regala, lea una pequeña porción de la Biblia, medite en ella y luego realice una serie de ejercicios relajantes, trate de estar tranquila pero ocupada el resto del día y en la noche, nuevamente termine agradeciendo a Dios por el día que le ha permitido vivir. Sorprendentemente, ese sencillo régimen dio mejor resultado que todos los tratamientos anteriores.

La mayoría de las veces, las soluciones simples son las mejores. Cuando le pidieron a un famoso teólogo que resumiera en una frase la conclusión de toda una vida dedicada a la teología, respondió: “¡Cristo me ama!”. Algunos dicen que agregó: “Su Palabra dice así”.

Es evidente que Dios nos ama y mucho, ya que entregó a su Hijo para rescatarnos. Jesús murió en la cruz para quitar la carga de nuestro pecado. Después, resucitó para darnos nueva vida en Él. ¡Qué amor tan asombroso! Como declara Juan: “Miren cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios…” (1 Juan 3:1).

Desde luego, el amor de Jesús por nosotros no es una cura mágica para todos los problemas de la vida, sino la verdad sin igual de la que podemos depender siempre para disfrutar de la paz de Dios y tener una vida con propósito.

  1. Pídele a Dios que cada día te brinde la paz y tranquilidad que sólo Él puede darte.
  2. La mayoría de las veces la solución a los problemas es la más simple y, por supuesto, si Dios está incluido en esa solución, puedes estar seguro de que caminas en la dirección correcta.

HG/MD

“Miren cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él” (1 Juan 3:1).