Lectura: Mateo 7:24-27; Efesios 2:18-22

Creo que la mayoría de nosotros hemos oído o visto en algún reportaje sobre el esplendoroso monumento natural conocido como el Gran Cañón del Colorado o, simplemente, Gran Cañón.  Se trata de un vistoso y escarpado cañón excavado a lo largo de muchos años por el río Colorado en el norte de Arizona, Estados Unidos. En su mayor parte está situado dentro del Parque nacional del Gran Cañón, en el cual se pueden apreciar muchísimos paisajes rocosos que son el disfrute de todos quienes lo visitan año con año.

La Palabra de Dios nos habla de Jesús como una Roca (1 Corintios 10:4) que nunca cambia (Hebreos 13:8). Él es la Roca firme sobre la cual podemos construir nuestra vida. La Iglesia, el cuerpo de creyentes, se edifica sobre un cimiento del que “han sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular” (Efesios 2:20-22). Todos los creyentes estamos unidos en Él.

Nuestro Señor Jesús es la Roca sólida a la que podemos aferrarnos cuando las tormentas de la vida arremeten contra nosotros (Mateo 7:25). La escritora Madeleine L’Engle afirma: “Es bueno que, ocasionalmente, se nos quite todo aquello donde nos apoyamos, ya que esto nos permite discernir si lo que está bajo nuestros pies es roca o arena”.

El Gran Cañón es un conjunto de interesantes minerales y rocas, espléndido escenario natural e histórico que poco a poco se deteriora.  No obstante, Jesús es una piedra angular preciosa, y los que confían en Él tendrán siempre una Roca de la cual depender.

  1. Sin duda puedes poner tu confianza en la Roca firme: Jesús.
  2. Este mundo pasará, pero de algo puedes estar seguro, Dios permanecerá para siempre.

HG/MD

“Todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:4).