Lectura: Romanos 8:22-30

En un evento donde se estaba presentando una traducción de la Biblia a un idioma al que no había sido traducida con anterioridad, se le entregó una copia de esta traducción a uno de los jefes de la región.

El hombre levantó la Biblia al cielo y dijo: “Ahora sabemos que Dios entiende nuestro idioma.  Ahora podremos leer la Biblia en nuestra lengua”.

Por supuesto que Dios conoce y entiende todos los idiomas, debido que Él es nuestro Creador.  No obstante, en ocasiones por ignorancia nos sentimos incapaces de expresarle lo que sentimos en nuestros corazones. 

El apóstol Pablo nos insta a orar a Dios sin importar cómo nos sintamos, al decir: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora”, pero también luego nos recuerda la hermosa labor que realiza el Espíritu Santo por nosotros: “Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque no sabemos cómo debiéramos orar pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles” (v. 26).

El Espíritu Santo nos conoce porque también es Dios: sabe lo que hay en nuestra mente y corazón, sabe lo que sentimos sin que expresemos ni una sola palabra y lo más importante, nos ayuda a estar en constante comunicación con el cielo, y mientras esto sucede nos va transformando a la imagen de Cristo (v. 29). Asimismo, y no menos importante, es que el Señor nos ha dejado su Palabra para guiarnos en nuestro andar de fe.

  1. Nuestras palabras no le son extrañas a Dios, exprésale con confianza y fe tus agradecimientos y peticiones.
  2. Recuerda, la Biblia es el manual de vida que Dios nos dejó en esta tierra, úsala, es un privilegio ya que aún existen muchos pueblos que no cuentan con una traducción completa en su idioma.

HG/MD

“Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29).