Lectura: Isaías 64:1-12

En una conversación entre amigos, uno le preguntó al otro si estaba seguro que iría al cielo, a lo cual le contestó: “No, no puedo decir que lo estoy, pero me gustaría estarlo”.

Su siguiente pregunta fue más complicada: “Y, ¿por qué quieres ser salvo?” “Pues para saber que tendré un lugar a donde ir cuando muera.”  Siguió preguntando: “¿Qué te impide estar seguro?”. El hombre le contestó: “Porque soy un pecador, aunque no uno tan malo como otros, ¡más bien soy un pecador bueno!”

Su amigo replicó diciendo: “Piensa en lo que acabas de decir, ¿eres un pecador bueno?, eso es una contradicción de palabras.  Pecado es pecado, y no existen puntos intermedios, no existen mentiras blancas o pecados pequeños o grandes, el precio del pecado es siempre el mismo: porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios (Romanos 3:23)”.

Es interesante lo que la Biblia dice con respecto a nuestras “buenas” intenciones de justificarnos ante Dios, Isaías 64:6, nos dice. “todas nuestras obras justas son como trapo de inmundicia”.  Debido a esto nadie puede salvarse a sí mismo, y todos necesitamos de la gracia salvadora de Dios sin importar si hemos cometido pecados no tan visibles o con graves consecuencias.

Ante los ojos de Dios somos tan culpables como esos “grandes” pecadores, y no habrá esperanza para nosotros por más buenos que creamos ser, hasta que reconozcamos que necesitamos a nuestro amado Salvador Jesús.

Si aún no estás seguro de que irás al cielo, el primer paso para que empieces a estar seguro, es admitir que tienes un problema y no puedes hacer nada por ti mismo para resolverlo, luego debes depositar tu confianza en Jesús, quién murió por ti en la cruz; solamente así serás libre de verdad y conocerás el gozo completo mediante la fe en Él (Romanos 3:21-28).

  1. En verdad todos hemos nacido con el mismo problema que se llama pecado, y la única forma de resolverlo es poner nuestra fe en Jesús, quien nos ha hecho verdaderamente libres.
  2. Nadie es demasiado bueno o demasiado malo, como para no necesitar la salvación que encontramos en Cristo Jesús.

HG/MD

“Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32).