Lectura: Gálatas 5:16-26
Una pareja de ancianos, a través de los años habían mantenido el buen humor en su vida y en general en su relación, juntos habían pasado buenas y malas experiencias; el nido estaba vacío hacía mucho tiempo, las enfermedades se habían quedado con ellos hacía años, pero en medio de todo, siempre podían ver lo bueno, al menos se tenían el uno a otro y por ello su gozo no había mermado ni un poco.
Existen personas que pueden mantener el gozo en sus vidas, en tanto otras no lo consiguen. Algunos creen que para estar gozosos deben tener una razón de fondo; por ejemplo, que les vaya muy bien en el trabajo, reciban un aumento, su equipo favorito triunfe o que a sus hijos les vaya muy bien en la vida. Por este motivo, para ellos puede resultar muy irritante ver a quienes disfrutan del gozo, cuando no existe “una razón” por la cual estar contentos, y que incluso, a pesar de que la vida no sea muy justa no pierden la sonrisa.
Cuando estamos gozosos, habrá quienes nos juzgarán y hasta se burlarán diciendo que estamos un poco locos por no quejarnos; en el fondo quizás es porque ellos desearían contar con esa bendición, pero debido a que no la tienen, optan por burlarse y odiar a los que sí tienen gozo en sus vidas.
La Biblia también reafirma este concepto, pues nunca dice que el gozo venga como consecuencia de que nos vaya bien; el gozo verdadero proviene del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22), y para tener una vida gozosa debemos andar “en el Espíritu” (Gálatas 5:25). Solamente así podremos regocijarnos a pesar de las circunstancias de la vida, tal como Pablo lo demuestra, ya que aun estando en una fría prisión dijo: “¡Regocíjense en el Señor siempre! Otra vez lo digo: ¡Regocíjense!” (Filipenses 4:4).
- Puede ser que algunas personas se burlen de ti porque optas por regocijarte cuando las cosas van mal, pero habrá verdaderos amigos que te animarán, glorificarán al Señor y estarán a tu lado en medio de esos momentos.
- El gozo viene del Señor quien vive en nosotros, no de lo que suceda a nuestro alrededor.
HG/MD
“¡Regocíjense en el Señor siempre! Otra vez lo digo: ¡Regocíjense!” (Filipenses 4:4).