Lectura: Mateo 9:1-13

Uno de mis cuentos preferidos trata de un viejo médico del campo de que examinó detenidamente a su paciente, se rasco la cabeza perplejo, y le preguntó: ¿Había tenido esto antes?  Cuando el paciente le contestó: “SÍ”, el médico frunció el ceño y le dijo: “Bueno, pues lo tiene otra vez.”

No hay nada más frustrante que un problema que desafía el diagnóstico.  Qué alivio es encontrar un médico calificado que pueda decir confiadamente: “Este es su problema y este tratamiento le va a ayudar”.

Jesucristo siempre identificó correctamente la condición de todo aquel que acudió a Él en busca de ayuda.  Desde Bartimeo, quien era físicamente ciego (Mr.10:46-52) hasta Nicodemo, el cual era espiritualmente ciego (Juan 3:1-21).  Jesús pudo el dedo sobre la verdadera llaga de la persona y le ofreció una oportunidad de confiar en Él para hallar solución.

El escritor de himnos del siglo XIX Oscar Clute celebró está verdad de una manera muy personal cuando escribió

Ven, te invito a regocijar

Yo, que antes padecía del alma

He conocido al que entiende mi mal

Y tiene el arte de curar

Jesús es el gran Sanador.  Recuerda debes ver más allá, toda la humanidad tiene un problema más grande que una enfermedad física, todos nacimos con un diagnóstico fatal que está ligado a la enfermedad del pecado (Romanos 3:23).  Jesús tiene la única cura para  esa enfermedad (Romanos 6:23) y hoy te está invitando a que le busques, que creas en Su diagnóstico, aceptes Su receta y te coloques bajo Su sabio y amable cuidado.

  1. ¿Si aún no lo has hecho, qué estás esperando tienes una enfermedad mortal?
  1. Jesús es el maestro del diagnóstico y la cura.

NPD/DCM