Lectura: Miqueas 6:1-8
Estaba paseando por la ciudad con unos amigos y de repente vimos a un hombre que caminaba con el perro a su lado, la escena habría pasado desapercibida a no ser por el hecho de que el perro llevaba la correa atada a su estómago.
Mis amigos me explicaron que hacía unos días habían aprobado una ley que estipulaba que era ilegal pasear al perro sin contar con una correa. Asumí que el dueño había encontrado algún vacío en la ley, y que seguramente no indicaba nada con respecto a la forma en la que el dueño debía sostener la correa de su perro.
No obstante, ese detalle, el perro obedientemente caminaba a su lado, aun cuando pudo haber salido corriendo tras un gato o una ardilla.
Nuestro andar con Dios debe ser de esta manera. Si bien Dios, en su infinita misericordia nos ha dado una larga correa, y espero que rara vez nos tenga que halar de ella, Él no disfruta la lucha por mantenernos en obediencia, más bien se deleita cuando caminamos libres, pero rendidos a sus principios para nuestro tiempo los cuales encontramos en su divina Palabra.
Cuando Israel se quejó ante el profeta Miqueas acerca de lo duro que le parecía agradar a Dios, el Señor respondió mostrándoles una manera directa y sencilla de agradarle, la cual se puede resumir de la siguiente manera: a Dios le agrada que seamos justos y amemos la misericordia mientras caminamos humildemente con Él (Miqueas 6:8).
- Dios no disfruta la disciplina que tiene que aplicar en ocasiones a sus hijos e hijas, se alegra cuando libremente decidimos amarle y obedecerle.
- La verdadera libertad solo se logra siendo obedientes a Dios.
HG/MD
“¡Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti el Señor? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios” (Miqueas 6:8).