Lectura: Deuteronomio 31:1-8
Un estudiante estaba abrumado por la carga de estudio que llevaba en ese momento; tenía muchos libros que leer, en todas las materias los profesores le habían dejado trabajos de investigación; además, tenía tareas todas las semanas y presentaciones que preparar, se acercaba el final del curso y algunos exámenes lo esperaban, ¡parecía imposible! Su desesperación era obvia y sus compañeros lo notaban.
Un estudiante avanzado en la carrera quien lo conocía, lo invitó a que dejara por un momento sus estudios y lo acompañara a tomar una taza de café, le dijo: “Amigo, no importa lo grande que sea la roca, si sigues golpeando constantemente se quebrará, si es la voluntad del Señor”. Al finalizar la conversación el estudiante salió con otra actitud, empezó a ver sus tareas como peldaños de una escalera que tenía que subir de una en una y con calma; a la larga la “roca” se quebró, el estudiante abrumado finalmente se graduó.
La vida cristiana muchas veces puede verse como una roca gigante, muy difícil de superar. La golpeamos y la golpeamos, pero parece que no sucede nada. Muchas veces el desaliento y el desgano se apoderan de nuestras vidas, al creer que los objetivos e ilusiones que tenemos, no se mueven tan rápido como creemos deberían hacerlo.
El libro de Deuteronomio empieza y termina con un mensaje esperanzador. Moisés le dijo a su pueblo: “Dios de tus padres, te ha dicho. ¡No temas ni desmayes!” (Deuteronomio 1:21), y casi al final del libro les dijo nuevamente: “El Señor es quien va delante de ti. Él estará contigo; no te dejará ni te desamparará. ¡No temas ni te atemorices!” (Deuteronomio 31:8).
- Si tu “roca” parece ser demasiado grande, recuerda el consejo de aquel estudiante: “si sigues golpeando constantemente”, si tú fe está depositada en el Señor, finalmente se quebrará esa roca, si es la voluntad del Señor.
- Nunca lo olvides, deposita tu fe en el Señor.
HG/MD
“¡Esfuércense y sean valientes! No tengan temor ni se aterroricen de ellos, porque el Señor tu Dios va contigo. Él no te abandonará ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6).