Lectura: Lucas 4:16-21

Lucia y sus tres hijos estaban a punto de ser desalojados de su casa, debido a un problema con la persona que se la había vendido y a un pequeño atraso en dos de sus pagos. Debido al cambio de trabajo que tuvo que realizar por mudarse de ciudad, le había dicho al vendedor que se pondría en regla con los pagos en tres meses, pero él no quería aceptar ese arreglo.

Así que fueron al juzgado con la firme confianza en que Dios iba a ayudarlos a salir de esa situación, sin embargo, se presentaron ante el juez quien dio su veredicto: debían desalojar la casa pues el contrato era muy estricto con respecto al tema de los pagos. Aun así, ella creía que Dios la ayudaría, y cuando iban camino a su automóvil, escuchó la melodía de una canción que le encantaba: ¡Dios está aquí, regocíjense los quebrantados de corazón!  ¿Sería esta la confirmación de que Él sí la había escuchado?

Justo en el momento que subían al automóvil, se les acercó un hombre y les dijo: “Escuché lo que dijeron en el juzgado y sentí en mi corazón que Dios me estaba diciendo que los ayudara, y da la casualidad que desde hace años tengo una buena amistad con el hombre que les vendió la casa, no le prometo nada, pero voy a hablar con él”.  A los días el exdueño de la casa se comunicó con ella, y le indicó que le daría los tres meses de gracia que estaba pidiendo y que quitaría la orden de desalojo del juzgado.

En nuestra lectura devocional leímos el pasaje que relata el momento cuando Jesús entra en la sinagoga, y lee una de las porciones más bellas de las Escrituras que se encuentra en Isaías, y que habla con respecto a su ministerio terrenal: “…me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18). Su mensaje sigue tan vivo hoy como cuando aquellos judíos lo oyeron en la sinagoga un día sábado en Nazaret; sólo en Cristo existe libertad para el cautivo.

  1. Cuando te preguntes: ¿Dónde está Dios?  La respuesta es: “Aquí mismo”, nunca se ha ido, sigue estando presente en la vida de las personas si ellas quieren recibir su auxilio.
  2. Sé parte activa del plan de Dios, debes ser sensible a su llamado, comparte su Palabra con otros, ayuda en la medida de tus posibilidades, sé un puente de comunicación para acercar a las personas.  

HG/MD

“El Señor…Sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.” (Salmos 147:2-3).