Lectura: Efesios 6:1-4

Un hombre me contó la siguiente historia: “Tres meses antes de que mi padre muriera de cáncer, me escribió una carta. Acababa de dejar la seguridad de la enseñanza y había entrado en la escritura independiente a tiempo completo.  La vida era muy incierta.

Papá escribió: “Yo te conozco, sé cuál es tu trasfondo, y estoy bastante seguro de que entiendo tus metas y el tipo de escritura que esperas hacer y el mensaje que deseas transmitir.   Mantente firme en tu decisión, y que el Señor te bendiga.   Si alguna vez tienes problemas de billetera, y necesitas un poco de dinero en efectivo, házmelo saber.  Creo que sé dónde puedo obtener un poco de efectivo de emergencia”.

Cuando papá me envió esa carta, yo tenía 36 años, una esposa y tres hijos.  Sin embargo, yo seguía siendo su hijo y él sabía que necesitaba aliento.  Seguía ejerciendo su paternidad, en el mejor sentido de la palabra.

Cuando la Biblia le dice a los padres que eduquen a sus hijos “…críenlos con la disciplina e instrucción que proviene del Señor” (Ef. 6:4), esta instrucción no tiene al tiempo como limitante.   Conforme los niños crecen, si bien es cierto, existen cambios en roles de los padres, no obstante la responsabilidad de la atención por ellos y ellas sigue siendo la misma.  Amar, entrenar, aconsejar y alentar nunca pasarán de moda.

Todavía tengo esa carta.  Y sigo estando agradecido por el hombre que nunca dejó de ser mi padre.

1. La mayoría debemos estar agradecidos con nuestros padres, ellos son regalos especiales del Señor para ti; ayúdanos a mostrar que les honramos, en lo que decimos y hacemos.

2. Los mejores padres no sólo nos dan la vida, también nos enseñan cómo vivir.

NPD/DCM