Lectura: Salmos 33:1-22
Un grupo de amigos estábamos conversando sobre nuestra infancia y una de ellas nos comentó que era muy pero muy traviesa, y por supuesto siempre trataba de ocultar su mal comportamiento evitando ser hallada cometiendo las travesuras. Sin embargo, por más que trataba de ocultarlo, en la mayoría de las ocasiones su madre la descubría rápidamente. Ella siempre le decía: “es que tengo ojos en la nuca”.
Por supuesto, en ocasiones esto la llevó a investigar y tratar de encontrar si en el cuello de su madre había ojos, o si estaban escondidos detrás de su larga cabellera negra.
Entonces, luego de muchos años se dio cuenta de que no era tan astuta como creía y que lo que sí era verdad es que los ojos de su madre podían ver más allá de lo que ella pensaba que veían, en ese momento era su mirada atenta, su experiencia y su sabiduría lo que hacía que la descubriera una y otra vez.
Debemos estar agradecidos por los cuidados de nuestros padres y madres, aunque a veces a causa de ellos sintiéramos frustración; asimismo, debemos estar más que agradecidos con Dios, quien nos cuida de una mejor manera que nuestros padres y madres, tal como lo dice el Salmo 33:13: “El Señor ve desde los cielos; mira a todos los hijos del hombre”.
Dios ve nuestro auténtico carácter y siempre sabe lo que estamos haciendo y lo que en verdad necesitamos, de esta manera nos cuida. Recordemos que Él siempre sabe qué es lo mejor para nosotros.
- El Señor puede ver mucho mejor que nosotros, ve nuestras tristezas y alegrías, y quiere ser parte de cada uno de esos momentos.
- Permite que la guía y cuidado de Dios moldeen tu carácter y prioridades, para que se parezcan más a las de Él.
HG/MD
“El ojo del Señor está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia” (Salmo 33:18).