Lectura: Salmos 92:12-15

En el año 2006 científicos israelitas hicieron algo notable, pudieron germinar exitosamente una semilla de palma de dátiles.  Te preguntarás qué tiene de extraordinario germinar una semilla de una palma que es muy común en esos lugares.

Pues bien, lo impactante es que la semilla tenía nada más y nada menos que 2000 años de antigüedad, esta semilla fue encontrada en la fortaleza herodiana de Masada, la famosa fortificación que se alza imponente en la orilla oriental del mar muerto.

Debido a su longevidad esta semilla fue apodada “Matusalén”, en honor al hombre de mayor edad registrado en las Escrituras (Génesis 5:27).

Además del desafío de despertar literalmente una semilla “dormida” desde hacía tanto tiempo, el equipo de trabajo también estuvo muy interesado en aprender más con respecto al árbol que llegaría a ser, pues en la antigüedad este tipo de palmas fue reconocido por su sombra, por ser una muy buena fuente de alimento y por tener cualidades medicinales.

De hecho, en el Antiguo Testamento la palma datilera estuvo asociada a la frescura y la tierra prometida; algunos interpretan la expresión fluye leche y miel, a la miel que está ligada con la palma datilera (Éxodo 33:3), y también estuvo asociada con el templo (1 Reyes 6:29). Asimismo, en el Nuevo Testamento, las multitudes emocionadas alaban a Dios arrojando ramas de palma a los pies del Señor Jesús cuando entra a Jerusalén montando una cría de asna (Juan 12:13).

Es algo interesante pensar que la promesa de Dios realizada a Abraham de bendecir al mundo por medio de un descendiente suyo, se mantuvo “dormida” por dos mil años (Génesis 12:1-3).  Cuando la semilla de la promesa germinó, nos trajo a Jesús, el Mesías largamente esperado; la historia de su vida, muerte y resurrección rápidamente se extendió por las fronteras y el tiempo, llegando hasta nuestros días.

  1. Sin importar la edad que tengas o cuanto tiempo estuviste alejado de Dios, lo importante es permitir que tu corazón sea terreno fértil en el cual la semilla del evangelio crezca y se reproduzca, al ciento por uno (Marcos 4:20).
  2. Dios nunca hace promesas que no cumplirá.

HG/MD

“El justo florecerá como la palmera; crecerá alto como el cedro en el Líbano.  Plantados estarán en la casa del Señor; florecerán en los atrios de nuestro Dios” (Salmos 92:12-13).

Crédito fotografía: AFP – Un trabajador del kibbutz Ketura cuida una de las palmeras nacidas de las semillas milenarias