Lectura: Éxodo 3:1-15

Vivimos en un mundo lleno de necesidades.  Muchos se preguntan por qué Dios no interviene y cambia las cosas, por qué no quita todo el dolor de los que sufren o por qué no detiene la maldad que está creciendo en nuestras comunidades.

Sin embargo, lo que no terminan de entender algunas personas, es que de hecho Dios ya intervino; te preguntarás ¿cómo? y la respuesta es muy simple: lo hizo por medio de su venida a este mundo, su vida, ministerio, muerte y resurrección.  Por medio de estos hechos maravillosos Dios nos proveyó de la salvación que necesitábamos; la cura provista por su sacrificio fue tan eficaz que logró sanar la peor enfermedad de todos los tiempos, el pecado.

Además, el Señor no se quedó allí, aún sigue interviniendo y salvando vidas destruidas por el pecado, pero ¿cómo lo hace?  Por medio de nosotros.  Es el mismo método que usó para comunicarle a Moisés su misión en la zarza ardiente (Éxodo 3:7-10).  Moisés estaba consciente del sufrimiento que estaba pasando su pueblo a manos tiranas de los egipcios, él pedía a Dios por su liberación y eso fue exactamente lo que Él hizo aunque quizás no de la forma en la cual Moisés pensó que lo haría, lo sorprendió al decirle: “Pero ahora, ve, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel” (v.10).  Moisés inmediatamente replicó e intentó poner excusas: “¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?” (v.11).  Y Dios le respondió: “Ciertamente yo estaré contigo…” (v.12).

  1. ¿Has estado orando para que Dios intervenga en una situación problemática sea en tu comunidad, iglesia local, familia o tu vida?  No te sorprendas ni atemorices si Dios dentro de su perfecto plan te elige a ti para ser parte de la respuesta a esa situación.
  2. Si bien es cierto vives en un mundo caído, aun así, el amor de Dios puede fluir a través de ti para traer la luz divina a tu mundo.

HG/MD

“Entonces escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: Heme aquí, envíame a mí.” (Isaías 6:8).