Lectura: Mateo 6:1-4

Cuando realizamos un acto bueno y desinteresado por alguien, sin que esa persona se dé cuenta directamente, tendremos una doble satisfacción, ya que por un lado habrá un gran gozo en nuestro corazón debido a lo que hicimos, y por otro, Dios también estará muy satisfecho con nuestro actuar (Mateo 6:4).

En una oportunidad, un padre decidió darle una lección a su hijo, quien, para su gusto, estaba desarrollando malas costumbres. Llevaba ya unas horas jugando con sus videojuegos y viendo sus redes sociales, así que le dijo: “Sabes, en 24 horas ni siquiera recordarás el juego que estabas jugando o los videos con locuras que ves en esas redes sociales, ¿Qué te parece si haces algo durante la siguiente hora y que recordarás por los próximos 20 años?  Te aseguro que lo disfrutarás cada vez que lo recuerdes.

El joven entusiasmado con lo dicho por su papá, le dijo: “¿De qué se trata?”  “Bueno”, le dijo su papá: “Ve a cortar el césped crecido de la anciana sola que vive a dos casas de nosotros. Debido a un tratamiento que está tomando no ha podido realizar esa labor, y ella acaba de salir por sus medicinas y no volverá hasta el mediodía, ella nunca sabrá quién lo hizo”.

Al inicio el joven salió de su casa sin mucho ánimo, pero luego de unos minutos empezó a cortar el césped y a recoger las hojas que se habían acumulado por varios meses.  Ella nunca supo quién hizo el trabajo y efectivamente, el joven aún recuerda con satisfacción aquel acto de amor después de muchos años.

El Señor nos dijo que cuando hacemos lo “bueno” para obtener el aplauso de los hombres, ya tenemos nuestra recompensa; en lugar de ello sirvamos a Dios y a otros sin esperar nada a cambio.

  1. Cuando buscamos el aplauso de los hombres, perdemos la aprobación de Dios.
  2. Realizar actos desinteresados por otros, aparte de que le agrada a Dios, incluye conservar un bonito recuerdo en nuestra mente.

HG/MD

“Guárdense de hacer su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos” (Mateo 6:1).