Lectura: Hebreos 9:19-28

A una adolescente le costaba mucho comprender por qué Jesús había tenido que derramar su sangre para proporcionarnos salvación. Pensaba “¿A quién se le ocurriría limpiar algo con sangre?” Sin embargo, su líder de jóvenes le había citado este versículo: “… casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón” (Hebreos 9:22). Para una mente adolescente eso no era muy lógico y hasta le parecía un tanto repugnante.

Pero, un par de meses luego de esa conversación se empezó a sentir mal, así que sus padres la llevaron al doctor quien le envió unos exámenes de sangre. Cuando examinaron la muestra, detectaron un cáncer que estaba atacando su sangre, conocido popularmente como leucemia.

Mientras estaba procesando todo lo que le estaba sucediendo, pensó: “Si pierdo mi sangre, moriré”.  Algunos segundos después se dijo: “¡Ahora entiendo lo que significó para Jesús dar su sangre para que yo pudiera vivir!, porque yo también estaba enferma de otro tipo de enfermedad: el pecado”.

En medio del dolor, aquella joven sintió gozo y paz. Entendió que la sangre es vida, y que era necesaria una vida santa para darnos paz con Dios. Hoy, está viva y agradece al Señor por su salud y por el sacrificio de Cristo.

Hebreos 9 nos explica el ritual de sangre del Antiguo Testamento (Hebreos 9:16-22), y cómo la ofrenda única y suficiente de Jesús puso fin a los sacrificios de animales (Hebreos 9:23-26). Al llevar nuestro pecado Él murió voluntariamente y derramó su sangre para llegar a ser nuestro sacrificio; gracias a ello ahora podemos entrar en la presencia de Dios con confianza.

1. Gracias Señor Jesús por derramar tu sangre por mí.
2. ¿Qué me puede dar perdón y salvación? Sólo de Jesús la sangre.

HG/MD

“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).