Lectura: Efesios 4:17-32
Un repartidor de paquetes tenía la costumbre de darle alimento a los perritos que se encontraba en su ruta de entregas. Las cosas iban bien hasta que un día decidió tomar el día libre y su sustituto no llevó ningún bocadillo; cómo resultado, varios de los peludos animales no tomaron la falta de bocadillos de la mejor manera y el hombre tuvo que correr en un par de ocasiones.
A pesar de que este empleado quería seguir con su costumbre de alimentar a los animales, el Servicio Postal le prohibió hacerlo, así que él, no de muy buena gana, obedeció a sus jefes.
Al pensar un momento en lo acontecido a este hombre, la realidad es que no siempre la amabilidad termina con una respuesta positiva, ya sea por parte de otra persona o de algún animal. Puede ser que alguien no te haya agradecido un detalle que le diste, o que en lugar de responderte cortésmente lo hizo con una grosería.
Estas cosas en verdad ocurren, y las personas que lo experimentan sufren por eso, pero también hay que entender que todas las personas tienen días malos, y es quizás por eso que responden con desprecio cuando se les ha tratado con amabilidad.
Es ahí donde aparece un desafío para tu fe, aunque tengas el deseo de devolver mal con mal, no lo hagas, por el contrario, sé amable. El apóstol Pablo nos aconsejó lo siguiente: “Más bien, sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32).
Cuando tratas a la gente con amor, incluso cuando no lo merece, estás viviendo tan radicalmente como lo hizo Jesús, y estás mostrando la evidencia de que su Espíritu está dentro de ti: “Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).
- A pesar de las respuestas poco amables que recibas algunas veces, son más las personas que desean una palabra de aliento y de ánimo, que las que simplemente no quieren oír nada.
- La amabilidad no cuesta nada, pero puede tener resultados increíbles para las vidas de otras personas.
HG/MD
“Más bien, sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo” (Efesios 4:32).