Lectura: 1 Pedro 3:8-17

Una famosa revista deportiva hizo referencia a una verdad, los creyentes muchas veces nos descuidamos y es el motivo por el cual muchos de nuestros proyectos no fructifican: “Lo que más cuesta cuando se va a crear un equipo exitoso no es lo compatible que sean sus jugadores, sino como resuelven sus incompatibilidades”.  Es demasiado tentador que cuando no nos llevamos bien con otros, queramos ignorarlos y si es posible hacerlos a un lado.

Dios nos ha llamado a actuar de una manera totalmente distinta: “Finalmente, sean todos de un mismo sentir: compasivos, amándose fraternalmente, misericordiosos y humildes.  No devuelvan mal por mal ni maldición por maldición sino, por el contrario, bendigan; pues para esto han sido llamados, para que hereden bendición” (1 Pedro 3:8-9).

Oswald Chambers (1874 – 1917) escribió en su libro “En pos de lo supremo” lo siguiente: “No vivas tu vida espiritual con base en tus afectos naturales.  Hay personas que nos gustan y otras que no, pero nunca debemos dejar que estas preferencias y desagrados rijan nuestra vida cristiana. ‘…Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros’ (1 Juan 1:7), incluso con aquellos por quienes no sintamos afecto.”

  1. Es normal sentir preferencias y disgustos. No obstante, cuando tratamos con nuestro mejor esfuerzo de agradar y servir a nuestro Señor, es la compasión, el amor, la humildad y bondad las que deben surgir en nuestras relaciones con otros
  2. La forma en que preservamos la paz en nuestras iglesias es fomentando una genuina unidad.

HG/MD

“Finalmente, sean todos de un mismo sentir: compasivos, amándose fraternalmente, misericordiosos y humildes” (1 Pedro 3:8).