Lectura: 1 Corintios 2:6-16

En mi infancia, una señora de la iglesia a la que asistía tenía un perico o cotorra que hablaba; ella le había enseñado desde pequeña a cantar himnos de la fe más algunas frases de bendición para las personas, y los repetía constantemente durante el día, era toda una atracción cuando un visitante llegaba a aquella casa.  Pero, por supuesto, el ave no tenía ni la más remota idea de lo que estaba diciendo.

Como hemos estado viendo esta semana del memorial de la muerte y resurrección de nuestro amado Señor, hoy veremos otro elemento clave que no se nos debe escapar. Demasiados creyentes desarrollan la rutina habitual de adorar y leer la Biblia, pero sin tener la más remota idea del significado del por qué lo están haciendo.  Parece que creen que por el solo hecho de leer un versículo, mágicamente su vida cambiará, o por cantar con gran entusiasmo, el pecado que están cometiendo será compensado.

Y he aquí el elemento clave de este día: no es cuánto lees de la Palabra de Dios, es que la entiendas, aprendas y pongas en práctica los principios aplicables para este tiempo.  Durante mis años como creyente he oído a muchas personas jactarse de cuántas veces ha leído toda la Biblia, sin embargo, con sus acciones demuestran que esas lecturas nunca fueron debidamente realizadas.

La forma correcta de leer las Escrituras es primeramente orar a Dios para estar en comunión con Él, al hacer esto le estás permitiendo a Dios tomar las riendas de tu vida, y por consiguiente de tu lectura; además, el Espíritu Santo te ayudará a interpretarlas (Juan 14:16).

  1. No seas como un perico o cotorra cuando lees la Biblia, pídele al Espíritu Santo que te guíe (Romanos 8:26-27).
  2. La lectura de la Biblia es un excelente hábito que debes incorporar a tu vida; tan sólo hazlo como se debe: ora, lee, entiende, y pon en práctica las verdades para este tiempo.

HG/MD

“Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque no sabemos cómo debiéramos orar pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).