Lectura: Juan 11:17-27

La mañana del Domingo de Resurrección había dos rosas sobre la mesa de la Cena del Señor en nuestra iglesia. Mientras las contemplaba mi corazón se llenó de gozo.

La rosa roja significaba el nacimiento de un pequeño niño, que había venido al mundo el viernes santo. Y aquel domingo en particular estábamos celebrando el regalo de esa nueva vida.

La rosa amarilla representaba una nueva vida espiritual. El miércoles anterior por la noche, una joven de 11 años de edad, había confiado en Cristo como su Salvador y Señor en una reunión de jóvenes. Lo que hizo aquello muy significativo, fue que ella había recibido un regalo que la iglesia había dado a familias necesitadas, durante diciembre. Como resultado de ello, la joven había empezado a asistir regularmente a nuestra iglesia. Cuando escuchó el evangelio aquel miércoles, confió en Cristo como Salvador y Señor y nació de nuevo.

Al celebrar el Domingo de Resurrección aquella mañana, no puede más que pensar en aquellas dos vidas nuevas. No solamente es el Salvador resucitado, el Creador de la vida física (Col. 1:16), sino que también es el que origina la nueva vida espiritual por su muerte sacrificial y Su triunfo sobre la tumba. Su resurrección le da significado a la vida aquí y ahora, y nos asegura que un día recibiremos un nuevo “cuerpo espiritual” (1 Cor.15:44).

  1. ¡Regocijémonos hoy en la resurrección de Cristo! Sin ella no tendríamos esperanza de vida eterna.
  2. La resurrección de Jesús, es motivo de celebración, ¡GRACIAS SEÑOR, GLORIA A TU NOMBRE!

NPD/DCE