Lectura: 2 Corintios 12:1-10

Siempre es un placer hablar con los viejos amigos y ponerse al día con lo que el Señor nos ha estado enseñando desde nuestra última reunión.

En una de esas reuniones una vez un amigo creyente me confesó con una tímida sonrisa lo siguiente: “Sabes, no puedo creer la cantidad de años que me ha llevado a aprender mi última lección, a pesar de soy un maestro de la Biblia”.  Luego pasó a enumerar algunos de los ensayos y pruebas él y su familia habían estado enfrentando y que en ocasiones se sentía un tanto incomodo al enseñar una clase para adultos de su iglesia local. “Semana tras semana me sentía que era un fracaso total”, confesó, “y no dejaba de preguntarme si este podría ser mi último domingo antes de presentar mi renuncia.”

Entonces un domingo vio a una mujer joven que se quedó para hablar con él.  Ella era una amiga de su familia, así que sabía lo que estaban pasando.  Ella le dijo: “Espero que no te lo tomes a mal, pero eres un profesor mucho mejor, ¡cuando estás pasando por tiempos difíciles!”

Otra tímida sonrisa se ​​deslizó por el rostro de mi amigo cuando él me dijo: “Sólo entonces entendí  la respuesta del Señor ante el aguijón en la carne de Pablo”: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9)
La debilidad nos ayuda a relacionarnos e identificarnos con los demás y le permite trabajar al poder de Dios en nuestras vidas.  Y esa es una de lecciones más importantes que todos necesitamos aprender.

1. Hablando de propósitos para este año, debemos tener la humildad para reconocer nuestra condición de dependencia del Señor.
2. Aunque podamos hacer frente a situaciones más allá de nuestras posibilidades, nunca podremos superar los recursos que nos ofrece Dios.

NPD/JY