Lectura: Lucas 12:16-21

Un anciano estaba un tanto obsesionado con los arreglos necesarios para el día de su muerte, máxime porque le habían diagnosticado una enfermedad terminal y sentía que ese día se acercaba.  Escogió un terreno en un cementerio cercano a las montañas que tanto amaba, e inclusive ya había pensado en el epitafio que tendría su lápida.

Un ministro que le conocía a pesar de que normalmente no asistía a la iglesia, se enteró del diagnóstico que le habían hecho al anciano y de lo ocupado que había estado durante ese mes con los preparativos para su “funeral”, le dijo: “Por lo que me han contado, has estado un tanto ocupado en estos días, preparando todo lo posible para tener un lugar adecuado para el descanso de tu cuerpo, pero ¿has pensado en el lugar del reposo eterno para tu alma?”

El anciano se quedó muy pensativo con la pregunta del ministro, porque con toda aquella carrera para “preparar” su funeral, no había separado el tiempo que debió haber dedicado para pensar en el lugar de reposo eterno.  Al darse cuenta de su error y al oír el maravilloso mensaje de vida eterna en Cristo Jesús, decidió poner su confianza y fe en Jesús, y así obtuvo la seguridad para el descanso eterno en el cual no había pensado.

La persona que se prepara para dar el importante y inevitable paso a la otra vida es sabia, ya que inevitablemente todos vamos a tener que transitar por ese camino y pasaremos la eternidad en alguna parte.  Los que han depositado su fe en Jesús estarán para siempre con Él, y quienes lo rechazan irán al fuego eterno (Mateo 25:34).

Sin duda nadie sabe cuándo va a llegar la muerte, pero esto no significa que no debamos estar preparados para ella; los que seguimos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, podemos decir como Pablo: “¡Sorbida es la muerte en victoria!  ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1 Corintios 15:54-55). Gracias a Cristo, la muerte perdió todo ese velo de terror que tenía y pasó a ser tan sólo un paso más para estar al lado de nuestro amado Jesús.

  1. Recuerda: “Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Romanos 10:13).  No hay nada más importante en esta vida que asegurarte que perteneces al Señor como su hijo o hija.
  2. Sólo aquellos que están en Jesús y listos para morir, realmente están listos para vivir.

HG/MD

“Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?” (Lucas 12:20)