Lectura: Santiago 1:19-27

Te has puesto a pensar, ¿cuántas veces te miras al espejo? Un estudio reciente indica que la persona promedio se mira en el espejo entre 8 y 10 veces por día. Otros estudios han mostrado que en algunos casos ese número podría llegar hasta las 60 o 70 veces, si se incluyen las veces que miramos nuestro reflejo en las vidrieras y en las pantallas de los teléfonos inteligentes.

Pero ¿por qué nos miramos tanto? Los expertos coinciden al decir que hacemos esto para verificar que nuestro aspecto sea el correcto; en especial, antes de una reunión importante o en actividades sociales. Así, en caso de que algo esté mal, entonces tendremos la oportunidad de arreglarlo. Pero ¿qué sentido tiene esto si lo que está mal se encuentra dentro de nuestro ser y no tenemos la intención de cambiarlo?

El autor del libro de Santiago afirmó que leer u oír la Palabra de Dios sin ponerla en práctica es como mirarse en un espejo y olvidarse de lo que uno vio (Santiago 1:22-24). No obstante, la mejor alternativa es mirar detenidamente y actuar según lo que vemos. Santiago declaró: “Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y persevera en ella sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:25).

Por lo tanto, si oímos la Palabra de Dios y no hacemos nada con lo que aprendemos, nos engañamos a nosotros mismos (Santiago 1:22). Pero, cuando nos examinamos a la luz de las Escrituras y obedecemos sus instrucciones, el Señor nos libera de todo lo que nos impide parecernos cada día más a Él.

1. Examina tu interior a la luz de lo que nos revela la Palabra de Dios.
2. Luego de examinarte realiza un plan para cambiar lo que has detectado que está mal y pídele a Dios que te ayude con los cambios que necesitas poner en práctica.

HG/MD

“Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y persevera en ella sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:25).