Lectura: Números 12:1-16
En la red social de una organización hicieron la siguiente consulta a sus seguidores: “¿Qué te enoja?” Al finalizar la encuesta se agruparon las principales respuestas:
- Mala educación como: tirar basura, saltarse la fila y hablar demasiado alto por teléfono móvil.
- Gente que sólo piensa en sí misma. Son el centro de toda conversación y la palabra “yo” aparece en cada una de sus frases.
- Miembros de la familia que no cooperan en la casa. Ejemplo: no lavar los platos, no sacar a pasear al perro, no levantar ni un dedo para ayudar.
- Que no tengan tiempo para mí. Todas las demás personas y actividades son más importantes que yo.
- Personas que se quejan todo el tiempo. Al final del día, hacen a todo el mundo desdichado.
Por supuesto, todos nos enojamos. El problema no son los sentimientos de ira, sino lo que hacemos con ellos. Como seguidor de Cristo, tienes que lidiar adecuadamente con tus sentimientos. Pero reprimir o desviar la ira no es la respuesta. Evitar el tema tampoco da resultado. Quejarte todo el tiempo tampoco es la solución. Y eso fue lo que experimentaron María y Aaron en nuestra lectura devocional.
Entonces, algunas acciones que sí pueden ayudarte a lidiar con la ira son: pasar un buen rato haciendo ejercicios, salir a caminar o expresar tus sentimientos escribiéndolos. Una confrontación tranquila y controlada con el ofensor, podría ser aconsejable después de que te hayas calmado. Es buena idea tener a alguien a quien rendir cuentas, alguien con quien puedas orar y compartir confidencialmente tus sentimientos.
- Si te está costando controlar tu ira o tus quejas, pide ayuda a Dios, Él siempre estará disponible para escucharte y guiarte, no te vayas a dormir lleno de ira contra una persona.
- Debes aprender a detectar las razones por las cuales te estás enojando; antes de que pierdas el control, pide al Espíritu Santo su guía para detectar esas situaciones y qué Él sea quien controle tu vida.
HG/MD
“Enójense, pero no pequen; no se ponga el sol sobre su enojo” (Efesios 4:26).