Lectura: Romanos 12:9-21
En los lugares donde el frío es muy intenso, los sistemas de calefacción han solucionado mucho del problema manteniendo abrigadas a las personas que se encuentran dentro de una casa o un edificio. Tan sólo con ajustar el termostato a una temperatura confortable, el sistema hace que no sintamos frío y podamos dormir confortablemente durante la noche.
Pero en los días antes de estos aparatos, el fuego era muy valioso y se cuidaba, se procuraba tener cargas de leña para estar preparados para los días complicados, ya que no contar con leña suficiente, podía significar incluso la muerte.
De esta situación podemos extraer algunos principios valiosos para la vida espiritual. El fuego espiritual no puede ser mantenido de manera artificial, es necesario mantenerlo vivo y continuamente alimentado de forma intencional.
En el antiguo Israel, a los sacerdotes se les instruía a no dejar que se apagara el fuego en el altar (Levíticos 6:9; 12-13). Esto por supuesto requería mucho trabajo, recoger leña, estar atentos, y sabemos que Israel no era conocido por contar con abundantes bosques, entonces se trataba de una tarea complicada.
Algunos teólogos han dicho que el fuego en el altar es el simbolismo de mantener encendida nuestra devoción por el Señor. La pasión por Dios no debe tomarse a la ligera o darse por sentado, ya que se enfría sino la mantenemos con suficiente combustible espiritual: estudio de la Biblia, oración, compartir nuestra fe, entre otros. Tal como lo indicó el apóstol Pablo en Romanos 12:1-2; 11, es necesario ser sacrificios vivos, santos y con una vida agradable a Dios.
- Nuestro amor por Jesús es la clave para nuestra pasión espiritual.
- Debemos mantener una relación constante y creciente con Jesús, en procura que nuestras vidas muestren Su carácter y prioridades.
HG/MD
“No siendo perezosos en lo que requiere diligencia; siendo ardientes en espíritu, sirviendo al Señor;” (Romanos 12:11).