Lectura: Ezequiel 25:1-7; Mateo. 5:43-48

Estaba sentado en un parque esperando a mi amigo, cuando oí una conversación entre dos jóvenes en edad colegial, que más o menos conversaban lo siguiente: “Sabes, sentí mucha alegría porque aquella compañera que no me agrada obtuvo una mala calificación en el examen”, la otra agregó: “Yo sentí lo mismo cuando a mi ex novio lo traicionó la que era su novia actual”, entonces la otra terminó con esta frase: “Te cuento que no pasé la prueba de matemática, pero me tranquilicé cuando supe que muchos de mis amigos también fallaron, al final me sentí bien con eso”.

Alegrarse por el mal ajeno fue algo que también sucedió cuando los amonitas se regocijaron debido a la profanación del templo de Jerusalén: “…Por cuanto has dicho: ‘¡Bravo!’ contra mi santuario, cuando fue profanado, y contra la tierra de Israel, cuando fue desolada, y contra los de la casa de Judá, cuando iban en cautiverio” (Ezequiel 25:3). Esta actitud tan negativa les trajo consecuencias terribles por parte de Dios (Ezequiel 25:4-7).

Al ver estas situaciones debemos preguntarnos: ¿Cómo reaccionamos cuando nuestro prójimo enfrenta tragedias o dificultades? Tristemente muchas veces reaccionamos de mala manera, por ejemplo, si es alguien que nos agrada, nos compadecemos y lo ayudamos; pero si esa persona no nos gusta o es problemática, nuestra tendencia natural por lo general es ignorarla o, incluso, disfrutar de su adversidad.

Es por esta razón que el autor de Proverbios nos recuerda lo siguiente: “No te alegres cuando caiga tu enemigo; y cuando tropiece no se regocije tu corazón” (Proverbios 24:17). Adicionalmente, nuestro Señor Jesús nos indica que reflejamos su amor cuando amamos a nuestros enemigos y oramos por quienes nos persiguen (Mateo 5:44).

1. Señor, llena nuestros corazones con tu amor cuando nos enfrentemos a situaciones desagradables o injustas, y ayúdanos a orar por quienes nos ofenden.
2. Recuerda, imitamos el amor perfecto de nuestro Señor (Mateo 5:48).

HG/MD

“Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por los que les persiguen” (Mateo 5:44).