Lectura: 1 Pedro 3:13-17
En la zona rural de uno de los países donde no es permitido hablar del evangelio, vivía una mujer. Ella había logrado leer por medio de un pequeño panfleto, primero las malas nuevas del evangelio, para luego leer las buenas nuevas, tras lo cual había depositado su fe en Jesús.
Cuando su familia lo supo, la suegra le dijo que la enfermedad que había empezado a padecer el hijo hacía poco, se debía a su nueva fe en ese tal Jesús, razón por la cual la ofendía y maltrataba frecuentemente tratando de que volviera a la religión de sus ancestros.
Entonces, su esposo se enteró de lo que hacía su madre, y al ver el cambio para bien en la vida de su esposa, le dijo: “Mamá, no basta con que mi esposa crea en Dios. ¡Nosotros también deberíamos hacer lo mismo! Quiero tener la paz y esperanza que ella tiene ahora”. Definitivamente, el testimonio de su esposa determinó que él considerara aceptar el evangelio de Jesús.
Las personas observan nuestro testimonio mucho antes de escuchar lo que decimos. La mejor presentación del evangelio siempre viene precedida por un buen testimonio, acompañado de una exposición efectiva y apropiada del evangelio, esta es una excelente forma de reflejar el cambio que Cristo produce en nuestras vidas.
Esto fue lo que les compartió el apóstol Pedro a los creyentes del primer siglo y que sigue vigente hasta nuestros días, sobre cómo presentar a Jesús ante un mundo hostil: ser apasionados por el bien (1 Pedro 3:13), agradar a Jesús con nuestra vida, y estar preparados para hablar a otros acerca de nuestra esperanza (1 Pedro 3:15). Si vivimos nuestra fe de esta manera, no debemos temer ni sentir vergüenza cuando nos maltraten o calumnien por nuestra esperanza eterna en Jesús.
- Seamos y transmitamos la luz de Jesús dondequiera que estemos.
- El Señor nos brindará su guía si estamos bien preparados y vivimos de acuerdo con su voluntad, de esta forma podremos defender y compartir nuestra fe aun con quienes no concuerdan con nosotros.
HG/MD
“Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).
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