Lectura: Salmos 104:23-35

Seguramente nunca has oído hablar de Falaropo, sino es así, te lo voy a presentar: es un ave costera zancuda muy astuta, que tiene una manera muy singular para conseguir su comida cuando no puede alcanzarla debido a la profundidad del agua.  El ave empieza a dar vueltas rápidamente, llegando a una velocidad de una vuelta por segundo, con lo cual consigue crear un remolino que literalmente extrae a los pequeños camarones que yacen hasta a un metro de profundidad.

Y lo sorprendente del Falaropo no se queda ahí, esta ave come a una gran velocidad; los biólogos han determinado que en el momento que detectan la presa, la persiguen, la capturan, la transportan y se la tragan en menos de medio segundo.

Por supuesto, el salmista nunca pudo ver a un Falaropo, pero había observado lo suficiente como para llegar a la conclusión de que Dios es pura creatividad cuando hablamos de Su creación; es por eso que su corazón se llenó de alabanza al decir: “¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor! A todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas…hay peces sin número, animales grandes y pequeños…Todos ellos esperan en ti para que les des su comida a su tiempo. Tú les das, y ellos recogen; abres tu mano, y se sacian del bien. (Salmos 104:24-28).

  1. ¿Cuándo fue la última vez que le diste gracias a Dios por el alimento que tomaste, el aire que te permitió respirar o el techo que te resguarda de la lluvia y el frío? La mayoría de las veces damos por sentado estas bendiciones.
  2. Toda la creación nos señala en dirección a Dios.

HG/MD

“¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor! A todas las hiciste con sabiduría” (Salmos 104:24).