Lectura: Santiago 3:1-12
Desde caballos hasta osos gigantescos, los seres humanos hemos aprendido el arte de domar animales salvajes desde que tenemos memoria.
Y es que a muchos les gusta ver cómo un animal “actúa” imitando acciones humanas como caminar o seguir órdenes complejas; esta forma de actuar ya la registraba el autor de Santiago: “Pues fieras y aves, reptiles y criaturas marinas de toda clase pueden ser domadas, y han sido domadas, por el ser humano” (Santiago 3:7).
No obstante, hay algo que no hemos aprendido a domar, todos tenemos problemas para poder controlar una cosa llamada lengua, tal como lo escribe muy bien Santiago: “Pero ningún hombre puede domar su lengua; porque es un mal incontrolable, lleno de veneno mortal” (Santiago 3:8).
Pero ¿por qué sucede esto? Debido a que las palabras que salen de nuestra boca se originan en lo profundo de nuestro ser: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Entonces, la lengua puede usarse para el bien y para el mal (Santiago 3:9).
Entonces, a pesar de que nuestra lengua pueda llegar a causarnos graves problemas, todavía existe una esperanza; donde los métodos humanos fracasan el Señor sí puede actuar, tal como lo dice el salmista: “Pon, oh Señor, guardia a mi boca; guarda la puerta de mis labios.” (Salmo 141:3).
- Dios sí puede domar lo indomable, aun a nuestra lengua.
- Señor damos sabiduría para controlar lo que sale de nuestra boca.
HG/MD
“Pon, oh Señor, guardia a mi boca; guarda la puerta de mis labios.” (Salmo 141:3).
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