Lectura: Mateo 16:1-4

Siempre nos ha fascinado el pronóstico del tiempo; ya en el 650 a. C., los babilonios predecían el tiempo de acuerdo con patrones de nubes. En 340 a. C., Aristóteles describía patrones del tiempo en su obra Meteorología de Aristóteles (Meteorológica). Los chinos predecían el tiempo al menos desde el año 300 a. C.

La mayoría de estos métodos de predicción del tiempo, usualmente tenían en cuenta la experiencia de señalar patrones de eventos. Por ejemplo, un amanecer con cielo nublado de color rojizo se solía interpretar como el inicio de un día con mal tiempo. 

Incluso el Señor reconoció esta experticia en Mateo 16:1-3: “Al atardecer dicen: ‘Hará buen tiempo, porque el cielo está enrojecido’; y al amanecer dicen: ‘Hoy habrá tempestad, porque el cielo está enrojecido y sombrío’. Saben discernir el aspecto del cielo, pero no pueden discernir las señales de los tiempos”.

Jesús recriminó a los líderes “espirituales” de su época, al decirles que sus habilidades de predicción no se extendían a los asuntos espirituales, y por ello es que estos “líderes” nunca pudieron entender, a pesar de sus estudios, que los tiempos de las profecías bíblicas estaban siendo cumplidas en su tiempo.

El Señor también profetizó en Mateo 24:27-29 un evento muy grave, “el día del Señor”, y los pronósticos para los que pasen por ese evento no son nada alentadores, ya que, para quienes no pongan su fe en Él, serán días de tribulación como nunca ha visto esta tierra; pero para tu paz, también prometió algo totalmente diferente en Mateo 28:20, “…Y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, y vida eterna para todos los que hemos depositado nuestra vida en Él (Juan 3:16).

  1. El pronóstico para las personas que no aceptan el mensaje de salvación es terrible, no vale la pena esperar que se haga una realidad.
  2. ¿Cómo va a estar el tiempo mañana? Nadie lo sabe en realidad, lo que si puedes saber con toda certeza es que Jesús está esperando tu respuesta a su oferta.

HG/MD

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16).