Lectura: Habacuc 1:12-2:3
En muchas ocasiones me es difícil esperar y creo que no estoy sólo en esto, es normal que no queramos esperar y deseemos tener la respuesta a la mayor brevedad posible. Y cuando las demoras aparecen y lo que queremos no sucede, comienzan a surgir las preguntas en nuestras mentes: “¿Por qué y para cuándo? ¿Dios, cuánto tiempo tengo que seguir esperando?”
El profeta Habacuc también quería tener respuestas, no obstante, Dios decidió que la respuesta debía esperar. A esto Habacuc respondió: “En mi guardia estaré de pie y sobre la fortaleza estaré firme. Vigilaré para ver qué dirá y qué tiene que responder a mi queja… Aunque por un tiempo la visión tarde en cumplirse, al fin ella hablará y no defraudará. Aunque tarde, espéralo; pues sin duda vendrá y no tardará” (Habacuc 2:1,3).
Algo que debemos aprender en nuestro caminar con Dios es que la fe nunca se rinde, saber que, sin importar las circunstancias y las apariencias, podemos esperar. Comprender que Dios está trabajando, aunque a simple vista no podamos ver el menor de los indicios.
Debemos aprender que cada demora debe tomarse como si todo estuviera complemente bien, cuando las cosas que deseamos no ocurren, es un tiempo perfecto para orar, para trabajar en nuestra paciencia y aprender cómo debemos manejar la ansiedad.
Dios usa esos tiempos para forjar en nuestras vidas cualidades imperecederas como la humildad, la paciencia, la serenidad y la fortaleza. Dios no se está burlando de nosotros, cuando nos hace esperar todo está planeado, Él actuará en el tiempo apropiado, en nosotros o en nuestras circunstancias.
- Dios utiliza los “espera” en Sus respuestas para fortalecer nuestra alma.
- Si la respuesta de Dios se demora, ten paciencia, vendrá en algún momento con un: si, no o sigue esperando. Cuando finalmente tengas la respuesta acéptala con madurez.
HG/MD
“Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré ante ti y esperaré” (Salmos 5:3).