Lectura: Isaías 30:15-22
Era una tarde de verano cuando un padre tomó parte de su tiempo para compartir con sus dos pequeños hijos de 9 y 7 años, entonces decidieron ver una película animada sobre la vida de Jesús.
Cuando llegaron a la parte donde se narraba la crucifixión, en el momento cuando Jesús exclamó: “…Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, el niño de 7 años se paró del sillón, se situó en medio de la sala y gritó: “¡¿Por qué nadie lo ayuda?!”.
El Antiguo Testamento contiene muchos relatos sobre el pueblo de Dios clamando por ayuda, y es impresionante que, aunque a menudo sus problemas eran causados debido a su rebeldía, Dios seguía dispuesto a ayudarlos.
El profeta Isaías tuvo que dar muchas noticias malas, pero, al mismo tiempo le aseguró al pueblo: “el Señor espera para tener piedad de ustedes; por eso, se levanta para tener misericordia de ustedes. […] De veras se apiadará de ti al oír la voz de tu clamor; al oírla, te responderá. (Isaías 30:18-19). El Señor quería que entendieran que ellos como pueblo podían ser la respuesta al clamor de ayuda (Isaías 58:10).
- Hoy estamos rodeados de personas que necesitan de alguien quien las ayude, y tenemos el alto privilegio de convertirnos en las manos de Dios al responder en su nombre a esos clamores.
- Seamos instrumentos de bendición para otros que lo necesitan.
HG/MD
“Clama a mí, y te responderé; y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces” (Jeremías 33:3).
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