Lectura: Gálatas 3:1-12

Un amigo me contó una historia muy simpática; en una gira de trabajo se sorprendió al ver una iglesia con un nombre muy particular: “La Iglesia de Galacia”.  Ese nombre inmediatamente llamó su atención porque sin duda muy pocos creyentes hubieran escogido ese nombre para su iglesia local, a menos que ese fuera el nombre de la localidad.

Si hacemos un breve recuento de la carta hacia los Gálatas, recordaremos que esta es una de las cartas más fuertes y críticas que escribió el apóstol Pablo. Las personas en esta iglesia estaban muy confundidas pues creían que aparte de la fe en la obra redentora de Jesús, tenían que realizar rituales judíos para agradar a Dios.  Entonces, escoger este nombre no se encuentra entre las mejores opciones, al no ser una iglesia que pueda ser vista como un ejemplo a seguir.

Los gálatas estaban tratando de agradar a Dios por medio de sus propios esfuerzos, en lugar de solamente confiar su fe en Jesús.  Es por ello que el apóstol Pablo les hace uno de los tantos llamados de atención contenidos en esta carta, de la siguiente manera: “¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿ahora terminarán en la carne? (Gálatas 3:3).

Tal como no podemos pretender tener una relación con Dios basada en nuestras obras, tampoco podremos desarrollarnos espiritualmente por nuestras propias fuerzas.  El llamado de atención de Dios por medio de Pablo a los Gálatas, sigue estando tan vigente como en ese momento.  Somos dependientes de Dios, y gracias al Espíritu Santo podemos vivir una vida que le agrade.

Si pensamos que podemos llegar a ser como Jesús por nuestro propio esfuerzo, estamos engañándonos al igual que lo hicieron los gálatas.

  1. No podemos llegar a ser como Jesús por nuestro propio esfuerzo, dependemos de Su gracia salvadora.
  2. No estaremos solos en nuestro andar de fe siempre que pidamos la dirección al Espíritu Santo.

HG/MD

“Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios.  No es por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).