Lectura: Job 40:1-14

En ocasiones, cuando invitamos a alguien a nuestra casa, previo a la visita tratamos de ordenar y limpiar muy bien la casa, pero es muy frustrante cuando los invitados llegan, se sientan y ven precisamente ese pequeño lugar con un poco de suciedad o que no está tan limpio como quisiéramos.

Con los años he aprendido que los seres humanos somos así, vemos con mayor facilidad lo que está mal y no lo que está bien. Solemos recordar una mala experiencia, en lugar de recordar la gran mayoría de gestos amables que hemos tenido entre nosotros.

Es un hecho que los delitos reciben más atención que los actos de generosidad, simplemente basta con ver algún noticiero para darse cuenta de ello; incluso, los desastres captan nuestra atención más rápido que la inmensa belleza que nos rodea.

Lo más triste es que actuamos de la misma manera con Dios. Solemos concentrarnos en lo que “creemos” no ha hecho por nosotros, en lo que no “tenemos” o en las situaciones que todavía no se han resuelto.

Al leer el libro de Job, nos enteramos de que al Señor no le gustan ese tipo de actitudes de parte nuestra. Luego de años de prosperidad, Job sufrió una serie de desastres. De repente, estas cosas se transformaron en el centro de su vida y sus conversaciones; finalmente ante esto Job reacciona haciendo un reclamo (Job 23:1-7; 33:1-12), por lo que en ese momento Dios interviene y le hace a Job varias preguntas difíciles, francamente imposibles de responder, recordándole Quien era Él y todo lo que aquel patriarca no sabía ni había visto (Job 38–40).

Cuando empecemos a concentrarnos en lo negativo, procura detenerte y considerar la vida de Job, luego empieza a notar las maravillas que Dios ha hecho y sigue haciendo por ti, sin que se lo hayas pedido, ni agradecido.

1. Antes de quejarte piensa en todo lo bueno que ha hecho Dios y dale gracias.
2. Esta semana en lugar de pedir, agradece a Dios.

HG/MD

“En cuanto a lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo que merece alabanza, en esto piensen” (Filipenses 4:8).