Lectura: Santiago 4:1-10

El comportamiento de los animales a menudo puede darnos muchas lecciones que no siempre son buenas.  Consideremos el ejemplo de los aguiluchos, los cuales cuando están recién nacidos son 100% dependientes de sus padres, debido que en esa etapa tienen poca fortaleza y son incapaces de mantener la cabeza erguida, así que sus padres le proveen comida a cada uno de ellos.

Sin embargo, conforme pasa el tiempo, ganan más fuerza, y cuando alguno de sus padres llega al nido, rápidamente el más grande se apresura a darle picotazos a su hermano(a), para impedir que se alimente y quede más comida para él.

Su agresión hubiera sido comprensible si atravesaran situaciones complicadas debido a la escasez de comida, pero la mayoría de las veces los padres son capaces de proveer bastante comida para los dos polluelos.

El mal ejemplo de este pequeño aguilucho, se compara con nuestro egoísmo, cuando muchas veces tratamos de tener lo que les pertenece a otros (Santiago 4:1-5); por ejemplo, cuando no le damos el crédito a alguien por un trabajo bien hecho que realizamos en equipo, o cuando no podemos compartir nuestras bendiciones con los demás.

En lugar de estar agradecidos con lo que el Señor nos ha provisto, muchas veces intentamos conseguir lo que Él ha provisto para otros (v. 2).  Este es un mal hábito que debemos desterrar completamente de nuestras vidas.

  1. Jamás debemos perjudicar a nadie bajo ninguna circunstancia, mucho menos para conseguir algo que en verdad no nos hace falta.
  2. Nuestro amoroso Señor tiene más que suficiente para todos.

HG/MD

“El Señor es mi pastor; nada me faltará.” (Salmos 23:1).