Lectura: Efesios 4:1-12
En su libro “Dios en el banquillo”, C. S. Lewis (1898-1963) hace uso de un interesante recurso literario para hacernos meditar sobre nuestras acciones y actitudes; primero describe la clase de personas con las que nos cuesta mucho establecer una buena relación.
Y es que con este tipo de personas es normal que salgan a relucir actitudes egoístas, de mala intención, malentendidos, exceso de quejas y otras muchas situaciones que hacen problemático poder sobrellevar una relación, incluso en ocasiones puede que pensemos que la vida sería mucho más fácil si no tuviéramos que batallar con personas tan difíciles.
Luego de plantear esta situación, Lewis les da un giro a las cosas y nos hace ver que estas son las mismas frustraciones que Dios tiene que soportar con cada uno de nosotros día tras día.
Lewis nos escribe lo siguiente: “Tú eres esa clase de persona. Tienes una falla terrible en tu carácter. Todas las esperanzas y los planes de los demás han naufragado una y otra vez en tu carácter, tal y como tus esperanzas y planes lo han hecho en el de ellos”.
Estar conscientes de esta condición personal nos debe motivar para tratar de aplicar a los demás la misma paciencia y aceptación que Dios nos muestra diariamente.
En la carta a los Efesios, el apóstol Pablo nos exhorta a armarnos “con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2), debemos aplicar este principio sobre todo a nuestras relaciones interpersonales. La persona paciente está mejor capacitada para tratar con otra que es difícil, sin que esto le provoque enojo ni deseos de vengarse, ya que puede soportar y actuar con consideración a pesar del comportamiento desagradable de los demás.
- Seguramente existen personas difíciles en tu vida, entonces pídele a Dios que muestre su amor a través de ti.
- Da gracias a Dios porque a pesar de quién eres, Él te amó y dio su vida por ti, por lo que puedes tener compasión por tus semejantes.
HG/MD
“El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).