Lectura: 1 Corintios 9:19-23

Es normal que en cada profesión u oficio se tengan palabras muy normales dentro del gremio.  Por ejemplo, los que trabajan en emergencias, están acostumbrados a catalogar a los pacientes como “rojos”, “verdes” o “amarillos”, y todos en ese ámbito entienden a que se refieren.  

También es normal que los adolescentes utilicen palabras que solamente ellos entienden y que, para nosotros los adultos, en algunos casos no tienen ningún sentido.

De la misma forma, los creyentes tenemos nuestra propia jerga.  Usamos palabras que posiblemente las personas que no están acostumbradas al vocabulario bíblico no comprendan.  Por ejemplo, es común oír las palabras: ministerio, bendición, arrepentimiento, gracia, incrédulos, pecado, entre otras muchas.

Por supuesto estas palabras son buenas, pero pueden resultar difíciles de entender para quienes prácticamente nunca las han oído; es por esta razón que al hablar con una persona que no es creyente, en lugar de usar la palabra gracia sea más provechoso, por ejemplo, utilizar el concepto de lo que esto significa: “el regalo de Dios, del perdón inmerecido”; o para explicar por qué somos salvos, podemos explicar: “que hemos sido rescatados de la muerte y hemos recibido vida eterna”.  Estos son tan sólo algunos ejemplos de cómo podemos dirigirnos a las personas, para que comprendan de una mejor forma el mensaje que queremos transmitir.

El apóstol Pablo nos compartió que él estaba dispuesto a ser flexible en su ministerio a fin de alcanzar con las buenas noticias de salvación que nos ofrece Jesús, a tantos como fuera posible (1 Corintios 9:19-23).  Hagamos fácil de comprender las verdades más simples del universo, “Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:27).

  1. No cuesta nada explicar de una forma muy sencilla, con términos fáciles de entender, la necesidad que tiene cada uno de nosotros, de reconocer nuestros errores y depositar nuestra confianza en Jesús, quien por amor sufrió el castigo de la cruz, todo para rescatarnos de una muerte segura, darnos nueva vida y un futuro eterno con Él.
  2. Tenemos lo más importante en nuestros corazones, el amor de Dios. Ahora compartamos ese amor de una forma simple y sabia con otros.

HG/MD

“Me hice débil para los débiles, a fin de ganar a los débiles. A todos he llegado a ser todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Corintios 9:22).