Lectura: Job 13:1-19

Al ver sufrir a una persona por la cual sentimos amistad o amor, es casi natural querer expresarle palabras de aliento, sentimos que no decir nada puede defraudar a quien sufre y en algunas ocasiones tratamos de evitar un encuentro, para no vernos acongojados por no saber que decir.

El escritor y ejecutivo editorial Joseph T. Bayly (1920-1986), además de ser honrado con varios doctorados, vivió a lo largo de su vida el profundo dolor de la muerte de sus tres hijos.  El primero a los dieciocho días luego de una cirugía, el otro a los cinco años debido a una leucemia y el tercero a los dieciocho años tras sufrir un accidente.

Bayly compartió en varias ocasiones, dos ejemplos de consuelo que recibió en medio de esos momentos de dolor:

  • “Una persona vino y me habló de cómo trata Dios con la gente, de por qué sucedió, sobre la esperanza que hay más allá de la tumba, etc. Habló constantemente y dijo cosas que eran verdad.  Sin duda no me ayudó, yo tan sólo deseaba que se fuera y finalmente lo hizo”
  • “Otra persona vino y se sentó junto a mí. No me habló.  No me hizo preguntas.  Tan sólo se sentó a mi lado durante más de una hora, me escuchaba y cuando decía algo contestaba con pocas palabras, al final oró con sencillez y se fue.  Esto sin duda si me ayudó y me consoló.  No quería que se fuera.”

Hace ya muchos pero muchos años, Job experimentó emociones similares.  En su momento de dolor, él también anheló el silencio del apoyo por parte de sus amigos y dijo las siguientes palabras: “¡Oh que callaran del todo! Ello les sería contado por sabiduría.” (Job 13:5); en lugar de eso las palabras de sus amigos lo afligieron más.

  1. Recuerda, la próxima vez que estés con personas que pasan por momentos de dolor, en lugar de hablar deja que tú presencia y oración las consuele.
  2. El silencio a tiempo habla más que mil palabras

HG/MD

“El que guarda su boca guarda su vida, pero al que mucho abre sus labios le vendrá ruina.”  Proverbios 13:3