Lectura: Mateo 1:18-25
Si miras con detenimiento las representaciones del nacimiento del Señor, en la mayoría de ellas podrás ver a un hombre de pie hacia el fondo con una cara sonriente, pero sin ningún interés por llamar la atención, su nombre: José.
Y es que luego del relato de previo al nacimiento del Señor, no volvemos a saber mucho de él. Si no conociéramos la historia, podría pasar como un espectador de aquel acontecimiento o a lo sumo como un requisito para validar el derecho de Jesús al trono de David.
Sin lugar a dudas, José desempeñó un papel estratégico. Si él hubiera desobedecido al mandato del ángel de tomar a María como esposa (Mateo 1:20), el plan del Señor hubiera estado en riesgo desde un punto de vista humano.
Y es que tomar por esposa a una mujer que estaba embarazada era muy riesgoso, pues se trataba de un quebrantamiento de la ley judía que lo desacreditaría públicamente. Hoy, ya muy lejos de esos momentos y costumbres, no estamos conscientes de lo que se jugaba José, y sólo podemos agradecer a aquel hombre en segundo plano quien estuvo dispuesto a poner en juego su buen nombre, y formar al Señor en su niñez en un oficio que conocía muy bien, el de carpintero (Marcos 6:3), logrando con esto ser una pieza dentro de la revelación progresiva de Dios y colaborar con su cumplimiento.
- Puedes pensar que eres insignificante en comparación con las personas famosas de este mundo, pero no es así, eres un príncipe o princesa, tienes un plan que cumplir, ser un embajador del Rey de reyes en un mundo que necesita oír de Él.
- ¡Vamos, sé valiente!, en ocasiones tendrás que decidir entre hacer lo correcto de acuerdo con Dios, o ser juzgado por otros y hasta despreciado por mantener tus principios.
HG/MD
“Cuando José despertó del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado y recibió a su mujer.” (Mateo 1:24).