Lectura: Filipenses 3:7-17
Cuando murió un actor famoso, un periodista escribió lo siguiente: “Es increíble que con toda la fama y fortuna que tenía, y que además con toda la influencia que tuvo debido a su popularidad, este hombre nunca olvidara la esencia de lo que era: un ser humano. Él nunca olvidó sus sencillos orígenes; era una persona amable y muy agradecida, además de que en silencio ayudó a muchísimas personas con una fundación que tenía para personas necesitadas”.
Así como este hombre nunca olvidó sus orígenes, el apóstol Pablo nunca olvidó la esencia de lo que Dios quería que fuera e hiciera. La fe y la determinación se convirtieron en el núcleo de su relación con Jesús.
Ya fuera que razonara con filósofos en Atenas, que estuviera en la cárcel encadenado o en medio de un naufragio en el Mediterráneo, sin importar cual fuera la situación, su motivación primaria siempre fue Jesús: “Anhelo conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar en sus padecimientos, para ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
A los Filipenses les dijo lo siguiente: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
- En esta semana de reflexión recuerda la esencia de lo que somos llamados a ser y hacer como seguidores de Jesús.
- Recuerda, Pablo continuaba fiel a su llamado sin importar las circunstancias.
HG/MD
“Anhelo conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar en sus padecimientos, para ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
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