Lectura: 1 Samuel 12:16-25

Samuel contaba con una personalidad increíble, compleja como la tela de una araña, pero a la vez tan simple como una hoja de césped, y sin duda le dio un matiz interesante a la monótona vida de la mayoría de personas del pueblo de Israel.  Samuel fue elegido por Dios como uno de sus profetas; recordemos que Israel en ese momento vivía en una teocracia (eran gobernados por Dios) y Samuel desempeñaba sus funciones de una forma hábil y con mucha dedicación, era un buen representante de Dios.

No obstante,  el pueblo deseaba un rey pues otras naciones lo tenían (1 Sam.8:5).  Así que lo que hicieron fue pedirle al hombre de Dios que se hiciera a un lado. Por supuesto Samuel fue afectado profundamente por el rechazo que estaba haciendo el pueblo a lo establecido por el Señor, y entendía las consecuencias de la terrible decisión que Israel como nación había tomado (1 Sam.12:17-19).

Aquí es donde nuevamente surge el carácter extraordinario de este profeta; bien pudo haberle dado la espalda a su pueblo y dejarlos solos por el obstinado y erróneo camino que habían tomado, pero a cambio declara unas palabras llenas de gracia: “En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra el Señor dejando de rogar por ustedes! Al contrario, los instruiré en el camino bueno y recto” (1 Sam.12:23).

Estas palabras implicaban que aunque le estaban cerrando una puerta en la cara, otra puerta se estaba abriendo, la puerta de la oración intercesora; él sabía que parte de su oficio como profeta era cuidar a su pueblo y mostró la piedad inmerecida que caracteriza a nuestro Dios.

Cuando servimos con amor y nos rechazan, debemos tomar la valiente decisión de no hacer lo mismo que están haciendo con nosotros; en lugar de ello, y tan sólo por la gracia de Dios la cual hemos experimentado quienes fuimos rescatados por Él, debemos orar por aquellos que no valoraron lo que les ofrecimos.  Recuerda a nuestro Señor están le rechazaron e igualmente murió por ellos y nosotros en la cruz.

  1. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por los que les persiguen (Mateo 5:44)
  1. No demos muchos rodeos, nuestra labor y privilegio es orar.

HG/MD

“En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra el Señor dejando de rogar por ustedes! Al contrario, los instruiré en el camino bueno y recto” (1 Samuel 12:23).