Lectura: Efesios 3:8-21
Las contestadoras telefónicas de nuestros teléfonos inteligentes, pueden ser muy útiles; sin embargo, a menudo es frustrante intentar llamar a una persona, y escuchar aquella voz pregrabada que dice: “Lamento no poder atenderlo, cuando pueda le devolveré la llamada”.
Decepcionados, en muchas ocasiones no nos queda otra opción que dejar el mensaje, esperando que la otra persona no olvide devolvernos la llamada o que se desocupe de sus actividades. Algunos no se quedan ahí, sino que utilizan algún programa de mensajería instantánea, confiando nuevamente en que la persona a la cual intentan contactar, lea los mensajes.
Vivimos en un mundo altamente conectado tecnológicamente, pero también lleno de distracciones que los medios digitales propician. Todos los días somos bombardeados por una inmensa cantidad de información, noticias, imágenes, mensajes en redes sociales, videos, anuncios, etc. En medio de todo ese bullicio informativo, podemos estar seguros de que la comunicación nunca estará en pausa, Dios nunca estará ocupado para atendernos. En Efesios 3:11-12, el apóstol Pablo afirma esta verdad: “conforme al propósito eterno que realizó en Cristo Jesús, nuestro Señor. En él tenemos libertad y acceso a Dios con confianza por medio de la fe en él”.
Adicionalmente, el mismo Pablo en 1 Tesalonicenses 5:17, alienta a estar siempre comunicados con Dios, “Oren sin cesar”. Esto nos indica que Dios siempre estará escuchando atento a nuestras palabras. No obstante, somos nosotros los que no aceptamos muy a menudo esa invitación de hablar con Dios, inventando cualquier excusa para atrasar nuestras conversaciones con Él.
1. Identifica: ¿cuáles son las cosas que te impiden hablar diariamente con Dios? Cuando las identifiques, ora y pídele que quite esos obstáculos que has detectado y que te impiden hablar con Él. Al hacer esto continuamente descubrirás que orar, poco a poco se convierte en algo natural.
2. ¿Por qué dejar a Dios esperando más tiempo? Háblale hoy, Él está esperando tu llamada.
HG/MD
“Oren sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).