Lectura: Juan 3:1-8, 13-16
En todo el mundo existen refranes que hacen referencia a la dificultad de cambiar hábitos arraigados en nuestra vida.
Por ejemplo: En inglés: You can’t teach an old dog new tricks (Perro viejo no aprende trucos nuevos). En francés: Ce n’est pas a un vieux singe qu’on apprend a faire la grimace (Mono viejo no aprende a hacer muecas). En español: Loro viejo no aprende a hablar.
Debido a esta realidad que afrontamos los seres humanos, cuando Jesús le dijo a Nicodemo que debía nacer de nuevo para poder ver el reino de Dios, él respondió: “¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?” (Juan 3:3-4).
El profesor y escritor Merrill Tenney (1904-1985) nos sugiere que tal vez Nicodemo quiso decir lo siguiente: “Reconozco que es necesario un nuevo nacimiento, pero soy demasiado viejo para cambiar. Ya tengo un estilo de vida. El nacimiento físico es imposible, y el renacimiento psicológico es aún menos probable […]. Mi situación no tiene salida”.
No obstante, la respuesta de Jesús aún sigue resonando en toda la creación: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna” (v. 16). Esta es la mejor de las propuestas, la que te ofrece a ti, a mí, a todos, una nueva vida y un nuevo comienzo sin importar quienes fuimos o somos.
- Sin importar el lugar o situación en que te encuentres, con el poder de Dios nunca es demasiado tarde para cambiar.
- Cambiar tu vida tan sólo requiere de un reconozco mi condición sin salida y acepto la solución que ofrece Jesús, para que sea mi Señor y Salvador.
HG/MD
“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
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